Con la participaciòn del Exc.Mons. Dionisio Garcìa Ibàñez, Arzobispo de Santiago de Cuba y Presidente de la Conferencia de Obispos Catòlicos de Cuba, Mons. Emilio Aranguren Obispo de la Diòcesis de Holguìn y Mons. Obispo Emèrito Hector Luis Peña y otros sacerdotes invitados se oficiò una Misa para celebrar el 160 Aniversario del Templo de San Fulgencio de Gibara, Cuba el pasado 8 de Junio del 2013.
PALABRAS DE BIENVENIDA DEL P. ÁNGEL ANDRÉS GONZÁLEZ
Pàrroco de la Iglesia San Fulgencio
Pàrroco de la Iglesia San Fulgencio
Arzobispo
de Santiago de Cuba
y
Presidente de la Conferencia de Obispos Católicos de Cuba:
Esta
Villa que hoy pisan sus pies, entre sus muchos defectos, tiene una gran virtud:
Es un pueblo con memoria. Le aseguro que el gesto cariñoso de su visita no se
olvidará jamás. Del mismo modo que guardamos el recuerdo orgulloso y agradecido
de San Antonio María Claret, quien desde el primer momento, vio con buenos ojos
la intención de aquella piadosa y buena Señora: Victoriana de Ávila y González
de Rivera, a quien Dios premió con un corazón generoso y nos legó este regio
templo, cuya planta arquitectónica quizá le recuerde a la majestuosa catedral
que es su sede, en la querida Santiago.
Cuando
los gibareños de hace décadas, comenzaron a levantar este edificio (lo cual
hicieron en menos de 3 años), sin duda alguna estaban haciendo una inversión de
esperanza en el futuro. En un pueblo de apenas 1200 habitantes, sembrar un
templo así, justo en el corazón de la floreciente villa, era dedicar el centro
de todo espacio –físico y espiritual- a quien es el cimiento de la vida y
el progreso de toda ciudad: Dios, sabiendo ellos que en los años sucesivos, la
Iglesia –como en todo tiempo y en todo lugar- se dedicaría, desde él, a
hacer presente al Dios revelado por Jesucristo: acompañando los gozos y las
esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres y mujeres de este
pueblo humilde de pescadores , agricultores y tabaqueros, de comerciantes y
artesanos… Un pueblo que llora cuando ve caer cada ladrillo de esta
arquitectura preciosa que guarda en silencio un pedazo de historia fecunda. Y
que está dispuesto a levantarlo, a conservarlo, a salvarlo.
Como
obispo de nuestra diócesis, ya son muchas las ocasiones en que nos acompaña
confirmándonos en la fe apostólica, y animándonos en el camino de la misión.
Hoy también le estamos agradecidos por contar con nosotros en la evangelización
de esta zona pastoral que llamamos “del Descubrimiento”, con la
tamaña responsabilidad de custodiar el espacio por donde entró la cruz a
nuestra tierra amada. Gracias también porque su solicitud pastoral no sólo mira
a lo espiritual, sino que sabe muy bien que “para edificar a los hombres
es preciso levantar templos”, o reconstruirlos, o conservarlos, y en
nuestro caso, nos ha ofrecido toda la ayuda y el ánimo que necesitábamos para
hoy disponer de un lugar de culto más digno para que desde él, con una
comunidad en constante proceso de conversión pastoral, le demos a este pueblo
la Vida Abundante de Nuestro Señor Jesucristo.
Y
Usted, querido Monseñor Héctor Luis Peña, hijo ilustre y amado de esta
parroquia y de este municipio:
No
quería Dios dejarnos sin la oportunidad de tenerle hoy entre nosotros, porque
su presencia nos honra y nos hace felices, por todo lo que Usted ha tenido que
ver en esta historia, desde que esta comunidad supo la alegría de su entrada al
seminario, o cuando le nombraron obispo auxiliar, o cuando, hace 34 años el
Beato Juan Pablo II creó nuestra Diócesis y le nombró nuestro primer obispo.
¡Cuántas veces estuvo Usted en estas comunidades, como sacerdote o ya como
obispo, celebrando, atendiendo, cuidando su rebaño! En los momentos difíciles,
nunca nos dejó solos. Mucho de lo que hoy tenemos, incluyendo la reparación
capital que culminó hace 10 años, lo debemos a su gestión y a su compromiso con
nosotros. Con su presencia aquí, se hace posible un momento histórico de
relevancia: tener con nosotros a tres obispos cubanos juntos, sin duda un hecho
sin precedentes para este pueblo, que lo sabrá guardar y contar.
Gracias,
queridos hermanos presbíteros, religiosas, diácono y seminarista. Comunidades
queridas que nos visitan y acompañan. Pueblo fiel de Gibara. Autoridades
civiles. Pastores de iglesias hermanas. Bienhechores de aquí y de allá.
Constructores, carpintero y pintores. A todos, ¡gracias!
¡Bendito seas, Señor, en el Templo de tu santa gloria,
cantado y alabado eternamente!
(Dan 3 53)
Mons. Dionisio Garcìa Ibàñez, Arzobispo de Santiago de Cuba y Presidente de la Conferencia de Obispos Catòlicos de Cuba.
P. Angel Andrès Gonzàlez, Mons. Emilio Aranguren, Mons. Dionisio Garcìa Ibàñez.
Mons.Emilio Aranguren, Obispo de la Diòcesis de Holguìn.
De izquierda a derecha
P. Angel Andrès Gonzàlez, Mons. Emilio Aranguren, Mons. Dionisio Garcìa Ibàñez y Mons. Hector Luis Peña.