En el año de Mil Ochocientos treinta y seis, el ¨Cabildo, Justicias y Regimiento¨ de Holguín se decide a formalizar un inventario de sus propiedades raíces o tierras, algo así como un pequeño Catastro, aunque sin la ciencia de éste.
Se formó el ¨Libro Becerro¨, así denominado porque estaba forrada su carátula con piel de este animal. En él se anotaban en buena letra manuscrita las tierras del Municipio por su cantidad, razón, situación y ocupación y el pago por el canon annual, que era bien módico: veinte reales.
La Dehesa pagaba nueve pesos para los ¨cachimbos¨ y ¨trapiches¨, seis pesos los potreros y tres pesos los tejares, hornos de cal y tenerías, por anualidades.
El Libro Becerro fué modificado años mas tarde, pero siempre considerándose los terrenos del Egido por su extensión y los de la Dehesa, por el fin de que se dedicaba, fijándose para ello el lindero de terreno ocupado.
En el año de Mil ochocientos treinta y ocho –fin de la ¨Guerra de Yara¨- se tropezó con el inconveniente de que los desordenes habidos en las anotaciones del ¨Libro Becerro¨ eran tantos, que no se sabía a ciencia y conciencia quiénes eran los ocupantes de las tierras del Cabildo , surgiendo pugnas entre varios vecinos.
Las irregularidase siguieron sucediéndose y cada cual, según confesión de un Síndico de la época: ¨tiró por su tajada¨.
La negligencia del Cabildo –ésto mas que nada- hizo posible que la Corporación perdiera sus tierras, excepto pequeñas parcelas que muy poco valen.
Publicado en el Periodico Norte, Edición Monumental del Jueves 21 de Agosto de 1958.